Soy y siempre he estado residente a Barcelona. Mis inicios como ciclista urbana comenzaron 20 años atrás, cuando estaba finalizando la carrera; llevaba desde los 8 años utilizando el autobús como principal medio de transporte para desplazarme, primero en la escuela y posteriormente en la universidad. Y estaba realmente harta.
Aproveché que tenía una mountain bike usada y me animé a comenzar a aprovecharla para ir a la facultad.
A pesar de que en aquel momento ni la ciudad disponía de una infraestructura de carriles adecuada para las dos ruedas, ni las personas tenían una infraestructura mental preparada para convivir con otros sistemas de movilidad; me enamoré de inmediato.
Desde aquel momento la bicicleta se transformó en mi principal medio de transporte por ciudad.
Durante casi 15 años, he tenido la inmensa suerte que mis trabajos siempre han estado a una distancia máxima de 7 km respecto a la vivienda. Con el tiempo la mountain bike se transformó en una plegable, la ciudad también se volvió más amable con las bicicletas (no tanto con las/los que las conducimos). Y yo he seguido siempre siendo una ciclista urbana convencida, a pesar de los abusos que tanto personas usuarias como diseñadores que hacemos esta evolución (carriles mal diseñados, invasión de espacios no permitidos, utilización de dispositivos prohibidos, negligencia respecto a las normas de tránsito, etc.)
«…nunca he considerado el coche y/o la moto como una alternativa adecuada para moverme de forma habitual por Barcelona…»
Hace un par de años en un dels mis últimos movimientos laborales, mi destino fue Sant Just Desvern. Hasta aquel momento mis desplazamientos de trabajo, siempre habían sido agradables; pero 12 km con un desnivel considerable, cargada con tuppers, y con una climatología cada vez más exigente en cuanto a la calor y el viento, hicieron que los trayectos diarios pedaleando se volvieran bastante duros.
Nunca he considerado el coche y/o la moto como una alternativa adecuada para moverme de forma habitual por Barcelona, empecé a mirarme les bicis eléctricas con otros ojos. Tuve la fortuna de encontrar una oferta excelente en Wallapop… y aceite, de la noche a la mañana. Las idas y venidas al trabajo se convirtió en uno de los momentos agradables de la jornada.
Bajo punto de vista las ventajas de las bicis eléctricas son muy sencillas de nombrar; a las ya conocidas de cualquier bicicleta se tiene que añadir el hecho de poder aumentar la distancia a recorrer, la desaparición de grandes sudadas, la posibilidad de reducir el tiempo de trayecto en caso de necesidad, y poder graduar el esfuerzo físico que se está dispuesto a hacer según las circunstancias de cada momento.
Como inconvenientes destacaría el peso (que ronda los 20 kg), el precio, que hace que no apetezca dejarla al aire libre, ni con cadena buena, y el hecho de haber de controlar periódicamente la carga de la batería; la autonomía de la cual oscila entre los 40 y los 90 km en función de marca y modelo.
Ahora que tengo 11 km distancia hasta Barcelona Regional, continuo pensando que, en mi caso, la bicicleta eléctrica es, a parte de la más económica; la mejor y más divertida de las maneras de desplazarme, tanto para mi salud, como para el resto de los y las que me rodean.
Salud y pedales.